Desde que llegué a España, hace nueve años, básicamente he trabajado esporádicamente como pintor. Eran trabajos informales, en negro, y no me permitían tener ninguna estabilidad. El hecho de no poder trabajar, junto con todas las cargas económicas, me hacía estar deprimido y frustrado por no poder cumplir tus objetivos, así que decidí volver a mi país, El Salvador, para quedarme allí. Sin embargo, en el Movimiento por la Paz me dijeron que no tirara la toalla y que regresara. A mi vuelta, me asesoraron y me ofrecieron formación como carretillero, además de incluirme en su bolsa de empleo. Un día, me llamaron de un hospital de Madrid, donde afortunadamente ya he empezado a trabajar como celador con un contrato. El trabajo me gusta mucho y, sobre todo, me ha ayudado mucho tanto en lo económico como en lo anímico.