En 1996 con la Firma de la Paz “Firme y Duradera”, Guatemala pone fin a 36 años de conflicto armado interno, estableciendo un conjunto de Acuerdos que identificaron los esfuerzos necesarios para consolidar un Estado Democrático.
Diecinueve años transcurridos desde la Firma de la Paz, los avances en el cumplimiento de los acuerdos son insuficientes. En Guatemala, el Estado ya no tiene capacidad de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos como, por ejemplo, el derecho de circular libremente y sin amenaza, el derecho a la protección en caso de necesidad y el acceso a un sistema judicial que funcione. Algunos datos generales:
- 5.924 asesinatos en 2014, de los que 507 eran mujeres, según datos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF)
- Entre 2000 y 2014 se asesinaron más de 6.000 mujeres
- El 29.6% de las personas viven en situación de pobreza extrema
- El 48.9% de los niños y niñas sufre desnutrición crónica
- El nivel de salud es crítico debido a la falta de medicinas y la insuficiente dotación de personal sanitario
- La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha otorgado a Guatemala el 24% de las medidas cautelares a defensores en peligro (solo superado por Colombia 27%) reflejando la persistencia de un grave riesgo de inseguridad ciudadana
La crisis del estado guatemalteco, tiene sus principales matices en la debilidad institucional, marcada por la corrupción y el clientelismo, y en la consecuente limitación para solucionar las condiciones de pobreza, miseria e inequidad, en las que se encuentra más de la mitad de la población excluida o desatendida por el Estado. La falta de garantías, acceso a la justicia y una arraigada práctica de la violencia como mecanismo para mediar las relaciones sociales, aumenta las condiciones de vulnerabilidad en Guatemala.
Respecto al nivel de desarrollo, el último informe del PNUD del 2014 sitúa a Guatemala en el puesto 125 de un total de 187 países. Cabe destacar también el elevado grado de desigualdad que existe en el país. El último índice GINI, instrumento diseñado para medir la distribución de la riqueza, era de 52,4 (2011).
La población indígena, objeto de discriminación y exclusión, se encuentra en una situación de vulnerabilidad mayor que el resto de población guatemalteca. Una de las cuestiones que más afecta a la población indígena es la ejecución sin previa consulta de proyectos energéticos y extractivos en sus territorios, sin que estos repercutan en una mejora de la calidad de vida de la población.
Habla Nuestra gente
Nuestro mayor reto es que las mujeres indígenas conozcamos nuestros derechos: a formarnos, a la salud, a decidir sobre nuestros embarazos, a vivir sin violencia, a manejar nuestros ingresos. La visión de la mujer es mucho más integral. Los hombres identifican desarrollo con construir puentes, salones o carreteras; para las mujeres el desarrollo pasa por la salud de los niños, de las mujeres embarazadas, la educación de los hijos e hijas. Es decir, nuestras propuestas responden a necesidades y problemas reales.
Es importante la implicación de todos y todas en la comunidad para mejorar la educación. Todo cambio es difícil pero innovar en metodologías y planificar de acuerdo a las capacidades del alumnado requiere mucha disposición del equipo docente. Desarrollo mi trabajo a través de una metodología participativa y creativa, con actividades que me permitan despertar en mis alumnos y alumnas sus ideas, la capacidad de análisis y de opinión, que practiquen el respeto y dialoguen, que se sientan bien y que planifiquen su futuro a través de un proyecto personal.
Las Poderosas de Sololá somos un grupo de mujeres víctimas de violencia machista que decidimos crear una pequeña compañía de teatro. A través de nuestros ensayos y representaciones hicimos un trabajo de reflexión e investigación sobre lo que habíamos vivido y ahora somos mujeres sanas, somos poderosas. Con nuestras obras intentamos transmitir un mensaje para que tanto las mujeres como toda la comunidad (hombres, jóvenes, etc.) protagonicen un cambio y, entre todas y todos, conseguir que los hogares, las escuelas, los trabajos, etc. estén libres de violencia hacia la mujer.
Tras 36 años de guerra civil, la violencia sigue presente en el día a día. Para construir la paz, primero hay que educar para la paz. Los docentes deben abordar temas como la igualdad, la identidad o la diversidad cultural para superar la baja autoestima, la violencia y la deserción. Los valores de paz y compañerismo hacen que haya una mejor organización en las clases: se toman decisiones colectivas, se organizan grupos de trabajo y se da un diálogo constructivo.