Yo no puedo ir a Europa

Yo no puedo ir a Europa

Europa se ha levantado la semana pasada de un sueño que le ha durado cuatro años. Los medios han empezado a cubrir la llegada de refugiados que intentan cruzar las fronteras y pedir asilo en Europa. Según los datos que se manejan actualmente, la cifra puede llegar a 360.000 refugiados provenientes de diferentes conflictos en Siria, Irak y Afganistán, principalmente.


Desde el comienzo del conflicto en Siria se han desplazado a los países colindantes (Turquía, Líbano, Jordania e Irak) más de 4 millones de sirios (según cifras de ACNUR del número de refugiados registrados), y dentro de Siria hay más de 8 millones de desplazados. Esto hace un total de 12 millones de personas que han perdido sus hogares y que huyen de una guerra civil que convierte las cifras de la “crisis” europea en un 3% del verdadero problema.

Aunque sea pequeño el tanto por ciento, es un hecho que la afluencia de refugiados a Europa ha crecido exponencialmente durante este año, pero no es más que la punta del iceberg que se encuentra en Jordania, Líbano, Turquía o Irak. Desde el comienzo del conflicto en el 2011, ACNUR y muchas otras agencias, entre ellas MPDL, comenzaron a trabajar en los países limítrofes para ayudar en la mejor medida posible a los miles de refugiados que llegaban por día.

Ni Jordania ni Líbano han firmado la Convención Internacional del Refugiado (1951) con lo que no están obligados a cumplir con la normativa internacional. Esto ha provocado que tanto ACNUR como las agencias que trabajamos en la región tengamos que negociar el tipo de intervención y de asistencia que se les puede dar a estos refugiados. La principal consecuencia de este hecho es que ni Jordania ni Líbano permiten que se realicen proyectos que impliquen una estancia a largo plazo de los refugiados en sus fronteras. Por tanto, impiden cualquier tipo de proyecto que les garantice un trabajo o su subsistencia (como sí se está haciendo en otras crisis del mundo, como Sudán del Sur o Kenia).

A esto se une que durante estos cuatro años la ayuda internacional para los refugiados sirios ha ido disminuyendo. Por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos ha anunciado esta semana que tiene que recortar en un tercio los beneficiarios del programa. Ya a principios de año redujo su ayuda de 2,1 millones de personas a sólo 1,4 millones, que ha quedado limitada a sólo 15$ por persona y por mes.

Personas refugiadas con discapacidad o necesesidades especiales

La situación actual para los refugiados sirios en Jordania, Líbano, Turquía e Irak es cada día más difícil, pero aún lo es más para aquellas personas que tienen una discapacidad o necesidades especiales. Según estimaciones y estudios de agencias internacionales como ACNUR, Handicap International, HelpAge y de MPDL, más de un 15% de los cuatro millones de refugiados son personas con necesidades especiales. Aquí incluimos a personas con discapacidad física, auditiva o intelectual, las personas mayores que no pueden valerse por sí mismas y aquellas personas con enfermedades que les impiden realizar su actividad diaria. Para todas ellas, la crisis actual acentúa sus necesidades y vulnerabilidades. El 47,7% de ellas nunca ha recibido el tratamiento necesario desde que está aquí, y el 34,8% nunca ha recibido las medicinas necesarias.

Las personas con necesidades especiales son las más vulnerables dentro del conflicto y por ello necesitan de una atención especializada y personalizada. Por ejemplo las mujeres con discapacidades son más vulnerables a abusos. Según un estudio que realizó MPDL en Zarqa se calcula que al menos un 30% de las mujeres con discapacidad han sufrido alguna vez algún tipo de abuso físico o sexual y el 50% de los casos el perpetrador es un miembro de la familia.

No solo la persona con una necesidad especial sufre una vulneración de sus derechos sino también muchos de sus cuidadores, quienes se encuentran en alto riesgo de abusos, y más, cuando es una mujer o niña. Muchos niños y niñas cuidadoras no pueden participar en otras actividades de la comunidad y a veces ni ir al colegio. El informe del Women’s Refugee Commission alerta del alto riesgo de abuso o violencia sexual al que están sometidos no sólo las personas con discapacidad sino sus cuidadores (el informe analiza discapacidad y violencia sexual en Jordania, Burundi, Etiopía y el Norte del Cáucaso).

Pero si existe una vulneración de los derechos y de las libertades de las personas con necesidades especiales más generalizada, es que la gran mayoría de ellas sólo sale de la habitación en la que está recluida cuando viene a nuestros servicios en los centros que existen en Madaba, Zarqa (Jordania), Baalbek o BarElias (Líbano). Este es un claro ejemplo de la conjunción de todos los grandes problemas de las personas con discapacidad: es causa del estigma social y cultural que sufren, falta de capacidades (tanto materiales como de conocimientos sobre el tema) de las familias, falta de servicios sociales que atiendan estas necesidades y falta de inversión pública en la adaptación de centros y espacios accesibles para todo el mundo.

Estas 600.000 personas con necesidades especiales se encuentran atrapadas en campos de refugiados, “campamentos informales”, casas y tiendas y no pueden ir a Europa.  Dependen casi en su totalidad de las ayudas internacionales y las labores de organizaciones locales e internacionales que trabajan con ellos. Pero son sólo una parte de los millones de personas que no pueden salir de la región y del doble que no pueden salir de Siria. Los Estados europeos deberían de garantizar el cumplimiento de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) en sus fronteras y apoyar con todos los medios posibles para que se siga cumpliendo en los demás países de acogida como Jordania y Líbano. 

Información elaborada por Alejandro Hurtado, responsable de misión Jordania y Líbano.