La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 cumple hoy un nuevo aniversario. Redactado en el siglo pasado, es un manifiesto excepcional, el mejor, a favor de la humanidad. Significa un paso de gigante en el avance de la conciencia de la libertad. En la retórica de las instituciones y foros internacionales se le ha otorgado un reconocimiento próximo a la unanimidad. Su aceptación mundial se ha hecho cada vez mayor y más intensa.

Los Derechos Humanos, un proyecto inacabado

Zack Lee

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 cumple hoy un nuevo aniversario. Redactado en el siglo pasado, es un manifiesto excepcional, el mejor, a favor de la humanidad. Significa un paso de gigante en el avance de la conciencia de la libertad. En la retórica de las instituciones y foros internacionales se le ha otorgado un reconocimiento próximo a la unanimidad. Su aceptación mundial se ha hecho cada vez mayor y más intensa.


Y, sin embargo, las deficiencias en alcanzar los objetivos colectivos entonces señalados siguen siendo inmensas. En primer lugar, aun cuando los Derechos Humanos constan de dos grandes capítulos -Derechos Civiles y Políticos, y Derechos Económicos Sociales y Culturales-, una frecuente lectura sesgada relega a un segundo plano la importancia y la eficacia que se debe a los derechos sociales. En este caso, estos quedan omitidos cuando se hace referencia a los Derechos Humanos.

Y en su conjunto también en los países democráticamente desarrollados reciben no raramente un reconocimiento más retórico que real. Su principal adversario es la Realpolitik o, dicho de otra manera, los intereses nacionales y geoestratégicos. En la práctica, estos, por definición de carácter particular, se imponen y subordinan las exigencias derivadas de la Declaración Universal de 1948.

En cuanto a los Derechos de carácter social y económico, queda todavía lejana la proclamación de la Declaración cuando afirma que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden Social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta declaración se hagan plenamente efectivos”. O, como lo enunciaba el lema del Congreso Internacional de Naciones Unidas en Viena de 1993, “todos los derechos humanos para todas las personas”.

Actualmente, cerca de mil millones de personas en nuestro mundo, crecientemente desigual, son pobres y carecen de lo elemental para su supervivencia con dignidad. Ello hace que la mayor violación de los derechos humanos sea la enorme extensión en nuestro planeta de la pobreza. Esto tiene como consecuencia que los derechos económicos, sociales y culturales para varios miles de millones de personas sean solo una legítima inspiración incumplida. Cuando y donde estos derechos no están garantizados, los derechos civiles y políticos pierden plausibilidad.

En conclusión, la gran esperanza que supone para la humanidad la magnífica Declaración Universal de los Derechos Humanos es una gran propuesta, la mejor para el desarrollo de la conciencia de la libertad, pero es un proyecto inacabado, al que, sin embargo, le queda un largo futuro.

Federación de Asociaciones de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos de España.