Luchando contra la desertificación en zonas rurales de Mali

El pasado 17 de junio se celebró a nivel global el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación. Una efemérides establecida por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1994 con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía sobre una de las mayores amenazas al desarrollo, el bienestar y la paz del conjunto de pueblos que habitan el planeta.


Igualmente, la celebración del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación pretende potenciar la puesta en marcha de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) en aquellos países afectados por graves sequías y desertificación.

Según entidades como Ecologistas en Acción, en la actualidad “la desertificación afecta a más de 110 países y cada año se pierden 6 millones de hectáreas de tierra productiva”. Más allá de las graves consecuencias ambientales de la desertificación, el fenómeno tiene unas implicaciones mucho más amplias que atañen, por ejemplo, a la seguridad alimentaria de millones de personas en el mundo, a los flujos migratorios generados como consecuencia de la búsqueda de recursos e incluso a la estabilidad de los países y las relaciones entre ellos.

En este contexto, África es, sin duda, uno de los continentes que se encuentran en una situación más delicada en el ámbito de la desertificación, siendo Mali uno de los países paradigmáticos en este sentido. Según datos de 2013, en Mali hay entre 3,5 y 5 millones de hectáreas de tierras cultivables que presentan carencias en nitrógeno y fósforo, y que son muy sensibles a la erosión eólica e hídrica.

La superficie cultivable crece anualmente a un ritmo del 4,7% a expensas de tierras marginales, que ya representan cerca del 26% de las tierras cultivadas. Esta presión se traduce en una degradación importante de los suelos, que se convierten de forma progresiva en suelos estériles y, por tanto, acaban siendo abandonados. Las pérdidas anuales medias en tierras arables a causa de la erosión son del orden de 6,5 toneladas/hectárea cada año, con variaciones entre las zonas septentrionales (1 tonelada) y las meridionales (10 toneladas).

Técnicas para recuperar las tierras abandonadas

Por ello, dentro del trabajo del Movimiento por la Paz en Mali, las actividades de conservación y restauración del suelo presentan una importancia especial. El objetivo principal es formar a las comunidades locales para que, por un lado, los miembros de la comunidad sean conscientes de la necesidad de emplear técnicas adecuadas para la conservación de las tierras. Y, por otro, tengan las capacidades técnicas para hacerlo y dar el seguimiento necesario a estas acciones.

En este sentido, en el marco de las acciones que se están desarrollando en el Círculo de Diéma, al suroeste del país, los equipos locales forman a las comunidades en las técnicas conocidas localmente como “Zai” y “Media luna”, que, de forma general, permiten recuperar parcelas de cultivos erosionados, reducir los efectos de la erosión hídrica, favorecer la infiltración en los suelos impermeables, canalizar el agua a las plantas y asegurar niveles mínimos de producción.

Según Lamine Magassa, vecino de 53 años de la comunidad de Foulabougou y responsable de los trabajos de conservación del suelo, estas acciones “favorecen la recuperación de tierras abandonadas, lo que es bueno tanto para cultivar como para alimentar al ganado. Además, después de realizar los trabajos de acondicionamiento de las parcelas, se forma un comité de seguimiento entre los miembros de la comunidad para asegurar el buen mantenimiento de las tierras”.