La emergencia COVID-19 está agravando la situación de vulnerabilidad en la que ya se encontraban millones de mujeres en el mundo. Una crisis sanitaria, social y económica que está afectando con especial dureza a mujeres víctimas de violencia de género y trabajadoras del ámbito doméstico y los cuidados. No solo en lo relativo a sus condiciones de vida, sino a su salud y bienestar emocional.

"La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades" – Organización Mundial de la Salud

La situación de extrema vulnerabilidad en la que ya se encontraban millones de mujeres en el mundo no ha hecho sino aumentar desde el inicio de la emergencia global provocada por la COVID-19. A los distintos tipos de violencias a los que ya hacían frente – física, psicológica, sexual, económica, cultural, institucional – se suman además los efectos sobre su salud y bienestar emocional provocados por el confinamiento, la falta de redes y las distintas crisis.

El confinamiento supone un riesgo para la salud de las mujeres víctimas de violencia de género

El impacto de la COVID-19 pone de manifiesto la vulnerabilidad que sufren las mujeres víctimas de violencia de género durante el confinamiento. Compartir más tiempo y espacio en casa con el agresor aumenta las posibilidades de sufrir violencia de cualquier tipo. A las mujeres que sí se reconocían como víctimas se les suman aquellas que están empezando a identificar el trato recibido por sus parejas como maltrato. La imposibilidad de pedir ayuda a familiares y amistades o de acceder a los servicios especializados para salir de esta situación está afectando negativamente a la salud de estas mujeres y en concreto a su bienestar emocional.

Esto se traduce en un aumento de crisis de ansiedad, ataques de pánico, alteraciones en el patrón del sueño y de la alimentación, mayor aislamiento, falta de seguridad en ellas mismas, baja autoestima y dificultad en la toma de decisiones. Por lo que la sumisión al agresor es la única estrategia que tienen para continuar sobreviviendo y salvar sus vidas.

Ahora más que nunca debe ponerse el foco en facilitar los recursos necesarios a las mujeres para reparar las secuelas derivadas de esta lacra social.

La emergencia COVID-19 impacta en la salud de las mujeres empleadas del hogar y los cuidados

Las mujeres trabajadoras del servicio doméstico y los cuidados se enfrentan en muchas ocasiones a una triple discriminación: en cuanto a mujeres, frecuentemente migrantes, y en situación de vulnerabilidad laboral. A lo que hay que sumar que son el único grupo de trabajadoras que no tiene derecho a prestación de desempleo en España y que no están incluidas en la Ley de Prevención de Riesgos laborales (LPRL) por lo que no entran dentro de las medidas de prevención de la COVID-19 del resto de trabajadores/as. Y aunque durante el Estado de Alarma se ha aprobado el subsidio extraordinario para personas empleadas de hogar, no incluye a aquellas que no se encontraban dadas de alta en la Seguridad Social.

A su situación de aislamiento debido a su trabajo y a la situación irregular en la que se encuentran en muchos casos, se suma el confinamiento por la cuarentena y el miedo a enfermar y perder su trabajo. Todo esto las deja completamente vulnerables frente a los requerimientos de sus empleadores y afecta a su salud y bienestar tanto físico, como mental y emocional.

El desarraigo, la soledad y la culpa son sentimientos muy presentes en las trabajadoras del ámbito doméstico y los cuidados por la falta de redes, apoyo y derechos, aumentado de forma exponencial durante la emergencia COVID-19 con graves efectos sobre su salud.

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