"Las personas que llegan al programa han estado bajo condiciones de estrés psicológico y acumulación de impactos durante un largo periodo de tiempo"
Gabriel Polo, psicólogo y coordinador estatal del Programa de Asilo y Refugio, aborda las complejas situaciones psicológicas y emocionales a las que se enfrentan las personas refugiadas y solicitantes de asilo con las que trabajamos Movimiento por la Paz -MPDL-.
En la entrevista, el psicólogo habla sobre las fases emocionales de este proceso y los retos a los que se enfrentan las personas refugiadas en su adaptación, destacando su gran capacidad de resiliencia y la necesidad, por parte de la sociedad de acogida, de brindar un apoyo integral que pueda amortiguar el coste emocional de las múltiples vulneraciones de derechos que han sufrido.
¿Qué situación psicológica y emocional suele encontrarse en las personas solicitantes de protección internacional que llegan al Programa de Asilo?
Tenemos que contar con que las personas que están con nosotros en el Programa de Asilo acuden al programa porque han tenido motivos para salir de manera forzosa de sus lugares de origen. Y a la vez, el proceso migratorio es fruto de posibles vulneraciones de derechos y de peligros o inseguridades que hacen que, tras la salida forzosa de sus países, tengan un periplo, de meses o semanas, que puede ser largo y fruto de muchas vulneraciones de derechos. Esto hace que las personas arrastren, por un lado, el impacto de la vulneración de derechos y por otro el impacto del proceso migratorio. Esta acumulación de estrés tiene una manera concreta de desenvolverse, las personas se ponen en modo superviviente y demuestran altas capacidades de resiliencia y de adaptación, de respuesta a las necesidades del entorno. Pero lo hacen bajo el coste que supone el acumular el impacto. Las personas sobrellevan todas estas circunstancias de una manera muy adaptativa, pero cuando llega el momento de estar en el Programa de Asilo con unas circunstancias de mayor estabilidad y seguridad, se ve la factura que les está pasando todo lo vivido, se ve como una necesidad de digerir, masticar el impacto, sumado al proceso de duelo migratorio.
A lo largo de todo el proceso en el programa, ¿hay diferentes fases a nivel emocional?
Como decíamos, los motivos de salida forzosa de sus países de origen y lo acontecido a lo largo del proceso migratorio hace que las personas que llegan al programa hayan estado bajo condiciones de estrés psicológico y acumulación de impactos durante un largo periodo de tiempo. Además, han dejado atrás sus formas de vida, sus relaciones, su entorno cultural, todo aquello que les permitía sobrellevar el impacto de una manera más contextualizada o amortiguada. El hecho de que lleguen al programa supone en un primer momento un alivio. Tras el periodo de incertidumbre que ha supuesto la salida de su país, el proceso migratorio y la estancia en España hasta que han podido entrar en el Programa de Asilo, toda esa incertidumbre de qué les acontecerá se ve aliviada por tener unas condiciones aseguradas durante un periodo, que aunque no se sepa cuánto es, puede durar meses, en el que las condiciones mínimas de subsistencia están aseguradas: la vivienda, la alimentación, el abrigo, el transporte y la comunicación con los servicios sociales. Las personas tienen picos de estrés, o sintomatología ansiosa, o impacto derivado de los procesos de aculturación u otro tipo de expresiones que se entienden como normales dentro de un contexto de adaptación en el que por fin estoy en condiciones mínimas de subsistencia para dar expresión y digerir la afectación derivada del impacto de todo lo acontecido. Entonces ahí puede haber momentos de dificultad que se expresan en problemas de adaptación, problemas para seguir un itinerario, problemas convivenciales… Esto pasa porque se suman los retos del programa y los retos que le suponen a la sociedad de acogida a un momento en el que ellos todavía están haciendo todo el trabajo de digerir todo lo acontecido en el pasado reciente.
¿Cómo se abordan por las y los profesionales?
El programa tiene un marco que está establecido por parte del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en cuanto a qué tipo de intervención y qué tipo de profesionales podemos atender a las personas solicitantes de asilo y refugiadas. Tiene dos fases. La primera es la acogida; en la que se da una atención pormenorizada desde el área social, educativa, se hacen acompañamientos, atención psicológica, asesoría jurídica para la solicitud de asilo, se apoya económicamente y se brinda la posibilidad de tener un alojamiento mientras se valora la solicitud de asilo por parte del Estado español. Tras la aprobación positiva de la solicitud de asilo se pasa a una segunda fase; que se llama la de autonomía, en la que en lugar de estar en recursos de la organización y con un seguimiento más exhaustivo, se pasa en esta fase a vivir en una vivienda normalizada, con una aportación económica para el alquiler, la alimentación y con un seguimiento y acompañamiento en el que se tienen mayores dosis de autonomía para que puedan ir moviéndose con mayor libertad en la sociedad de acogida.
¿A qué principales dificultades se enfrentan en la sociedad de acogida?
Los retos para una persona solicitante de asilo en la sociedad de acogida son múltiples. Uno importante es el ir conociendo el lugar en el que estás viviendo, que no tiene nada que ver al lugar del que vienes. Todo es nuevo: las formas culturales, relaciones nuevas, idioma, etc. Toda esto bajo una sensación de urgencia, porque el programa está subordinado a la solicitud de asilo; en caso de tener una respuesta positiva, el programa puede alargarse hasta los 18 o 24 meses bajo condiciones de vulnerabilidad, pero eso no se sabe, por eso actuamos bajo la idea de que el tiempo puede ser breve y tienen que aprovecharlo al máximo. Otra es el aprendizaje de la lengua, pues si no sabes español, el aprendizaje del idioma va a subordinar los avances para conseguir formación, trabajo, la búsqueda de vivienda y las relaciones que tengas con la sociedad de acogida, por la posibilidad de establecer redes sociales nuevas, un entorno amistoso y afectivo, de expresar con naturalidad todos los sentimientos que derivan de haber tenido que emigrar forzosamente y estar en un lugar que no has elegido y en el que no estarías si no te hubieras visto forzado. Todo eso tiene la dificultad de que no tienes palabras, quizás ni en tu propio idioma, para expresar todo lo acontecido. Además, no tienes las redes que te permitan expresar todo eso y empezar a tejer un entorno en el que te puedas sentir acogido, que puedas llamar hogar.
¿Qué medidas o acciones consideras más urgentes para abordarlas?
Hay que partir de asegurar las condiciones mínimas materiales para la vida y eso supone: alojamiento, comida, abrigo, medicinas, asistencia y vínculo con los servicios públicos de salud para dar soporte al deterioro que ha podido suponer tanto el motivo de salida como el proceso migratorio. Es tan importante tanto el qué se proporciona como el cómo se proporciona: el trato y las relaciones que se van estableciendo para ir acompañando a la persona en la reconstrucción de un proyecto vital. Parte de lo que se ha perdido es ese contexto social, esas redes culturales, en las que la persona podía encontrar desde la palabra de quien te entiende, la escucha empática, el acompañamiento, la presencia de iguales que hacen que el impacto de todo lo vivido se vaya digiriendo, macerando para hacer de ello algo útil para tu vida. Desde lo material vamos trabajando en lo relacional, lo contextual, en generar relaciones, trabajo en red y en ir construyendo una urdimbre que permita sostener la nueva vida que la persona está trabajando en construir, un nuevo proyecto vital.
En el Movimiento por la Paz llevamos más de cuarenta años trabajando por la defensa de derechos de las personas refugiadas y desplazadas tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. A lo largo del 2023, han sido 2032 las personas acogidas en el programa de Protección Internacional, de 57 países diferentes, principalmente Ucrania, Colombia y Venezuela.