Isabel Martínez psicóloga de Movimiento por la Paz

La relación entre la conducta suicida y la violencia de género: una realidad invisibilizada

Hablamos con Isabel Martínez, psicóloga del Área de Mujer del Movimiento por la Paz -MPDL- sobre el proyecto que están llevando a cabo desde el área; ‘Intervención con mujeres en situación de violencia de género para minimizar el riesgo de conducta suicida’, financiado a través de una Ayuda a Proyectos Sociales de la Fundación Mutua Madrileña.

El suicidio es la principal causa de muerte no natural en la población española, aunque sigue siendo un tema tabú entre la sociedad. Si bien es cierto que la conducta suicida es multicausal, es decir, que responde a diferentes factores de riesgo, parece demostrado que ser víctima de violencia de género es un factor de peso para que la conducta suicida se produzca. Sufrir violencia de género por parte de la pareja o expareja impacta en el equilibrio de las mujeres, quiebra su salud mental y es un factor que puede llevar a conductas suicidas.

El proyecto ‘Intervención con mujeres en situación de violencia de género para minimizar el riesgo de conducta suicida’ que llevamos a cabo desde el Área de Mujer del Movimiento por la Paz, con el apoyo financiero de la Fundación Mutua Madrileña, aborda esta estrecha relación entre la conducta suicida y la violencia de género. Un trabajo que se lleva a cabo a través de la intervención psicológica individual y los talleres grupales, para que las mujeres que se encuentran en situación de violencia de género, poco a poco, puedan recuperar el control de sus vidas. Lo cuenta la psicóloga Isabel Martínez, en esta entrevista.

¿En qué consiste el proyecto Intervención con mujeres en situación de violencia de género para minimizar el riesgo de conducta suicida’?

Consiste en visibilizar la relación que existe entre la violencia de género y la conducta suicida, porque vemos que es una problemática recurrente entre las mujeres que atendemos las profesionales que estamos en el área. Vemos que, aunque hay pocos estudios oficiales, cada vez se resalta más que hay una relación directa entre ser víctima de violencia y que esta conducta esté presente.

¿Cómo y por qué surgió?

Surgió en la práctica del día a día al observar que falta perspectiva de género a la hora de abordar la conducta suicida en mujeres víctimas de violencia de género. Entendíamos que era necesario conocer los mecanismos que operan detrás de la violencia que se ejerce contra las mujeres para poder comprender los motivos que llevan a una mujer a valorar el suicidio como la única opción para evitar su sufrimiento.

¿Cómo puede hacerse una detección temprana de este tipo de casos desde el trabajo que realizáis en el Área de Mujer?

No siempre es fácil de detectar este tipo de casos porque hay muchas mujeres que tienen este tipo de malestar no lo verbalizan, por lo menos en las primeras atenciones, sin embargo, ya solo por ser víctimas de violencia de género, intentamos no perder de vista que eso es una posibilidad que puede estar presente en sus vidas. Hay datos que revelan que dos de cada diez mujeres que tienen conducta suicida están siendo víctimas de violencia por parte de sus parejas, entonces siempre entendemos que hay un mínimo riesgo de que esto pueda estar presente.

¿Es posible detectarlo por parte de otros/as profesionales sociales?

Creemos que, sin una sensibilización o formación específica en este tema, si la mujer no lo nombra, puede ser difícil. A veces no solo no lo nombran, sino que lo esconden a propósito, intentan no reconocerlo. Además, existen muchos mitos o prejuicios sobre el tema del suicidio, por ejemplo, uno de ellos es que si lo cuentas o amenazas con hacerlo es que no lo vas a hacer, entre otros. Entonces esta información no se contrasta con datos reales y al final se van escapando necesidades de mujeres para intervenir, porque no estamos detectando bien las señales.

A menudo estas mujeres se resisten a pedir ayuda. ¿Qué papel juega aquí el estigma social con los problemas de salud mental? ¿se suma este estigma al de víctima de violencia de género?

Son muchos los motivos que pueden llevar a una mujer a no reconocerlo o no pedir ayuda, la vergüenza y la culpa, principalmente. O también pueden pensar que tener la presencia de esa ideación suicida pueda restar credibilidad a su relato, o perjudicarla en otros procesos en los que pueda estar inmersa, como pueden ser los judiciales. Piensan que, si cuentan eso, las juzgarán como mujeres y como madres, pudiendo acusarles de no estar capacitadas para hacerse cargo de sus hijos e hijas.

¿Podrías describir el proceso de intervención psicológica individual? ¿Hay un tiempo aproximado o sesiones en los que empiece a verse un cambio de perspectiva ante la vida? ¿y un tiempo medio en la duración del trabajo psicológico?

Podría ser un poco imprudente al comienzo de la intervención hablar de un tiempo estimado, sobre todo porque vienen con un motivo de consulta muy localizado, pero luego a medida que va avanzando la terapia siempre aparece información adicional que requiere prolongar la intervención. Pienso que siempre se necesita mínimo un año para que sea una terapia de verdad efectiva, a veces incluso más. Pero va variando de mujer a mujer y nunca podríamos decir un periodo muy cerrado. La intervención psicológica individual lo que hace es proporcionar ese espacio seguro, confidencial, para que la mujer hable de un contenido casi siempre doloroso y podamos ir abordando esa historia de vida o esas situaciones que le llevan a sentirse mal en ese momento. Este proceso implica, establecer conexiones entre el malestar actual y las experiencias vividas en la infancia y adolescencia. De ahí que las terapias muchas veces sean largas, porque vemos que muchas de las situaciones que le pasan a la mujer ahora no están en el momento presente, sino en momentos pasados de su vida, y eso lleva tiempo trabajarlo y sacarlo. Cada mujer tiene necesidades propias individuales, que requieren estrategias específicas para abordarlas en terapia. Lo que funciona con una no tiene porqué funcionar con otras. De ahí que las intervenciones sean personalizadas, ya que ayudan a rescatar estrategias que han formado parte de su vida en otros momentos y que por la situación de violencia vivida dejó de aplicarlas y de incorporar otras nuevas que puedan ayudarlas a sentirse mejor.

¿Qué beneficios tienen para ellas los talleres grupales? ¿qué se trabaja en ellos?

El formato grupal tiene un efecto terapéutico muy positivo en ellas porque comparten experiencias con mujeres que han vivido situaciones muy similares, entonces esa parte que traen casi todas de culpabilidad o de responsabilidad por la situación en la que se encuentran se empieza a diluir un poco cuando ven que no son las únicas y que hay un patrón que se repite, independientemente de su origen, que les lleva a verse en la misma situación. Ya solo el compartir experiencias y escuchar a otras mujeres rebaja esa culpabilidad. Es un buen complemento a la terapia individual; ocurre que hay cosas que les llevo diciendo dos meses en la terapia individual, después lo escuchan de otras mujeres y les llega con mucha más fuerza. Estos talleres son una oportunidad, pues las mujeres que sufren violencia de género con ideación suicida tienen una característica común, y es que se suelen ir aislando del entorno. Los talleres, al ser grupales, les hacen interaccionar con otras mujeres y vuelven a establecer relaciones y desarrollar habilidades de comunicación, que siempre ayudan, funcionan incluso como anclajes de vida, que les da motivos para luchar y querer estar aquí.

¿Cómo afecta o beneficia en este proceso el hecho de tomar consciencia de que la mujer ha sido víctima de violencia de género?

Entendemos que la toma de conciencia de que la mujer ha sido víctima de violencia de género puede ser un detonante para que se active la conducta suicida. Tenemos que tener mucho cuidado, porque a nivel personal es un proceso muy valioso. Si viene de haberla negado o haberla normalizado, cuando ya la reconoce, se da mucho más margen para hacer un trabajo terapéutico. Pero también ocurre que la herida se hace más grande, pues implica entender que gran parte de lo que ha vivido en su relación era violencia y empieza a analizar la relación desde esa perspectiva. Esto puede ser un detonante para que la mujer en algún momento necesite calmar ese dolor valorando la conducta suicida.

Un factor de protección ante la conducta suicida es el fortalecimiento de los vínculos sociales y familiares, ¿qué estrategias se llevan a cabo para trabajar esto?

Aunque trabajemos a nivel individual con la mujer, es importante explorar la red, familiar o de amistades; el entorno que la rodea, porque puede ser un apoyo, un pilar fuerte en el que sostenerse para salir de esta situación. Hay factores de riesgo o de protección que se evalúan según el entorno de la mujer. Depende mucho de si hay un entorno sensibilizado o no lo hay, pues también hay entornos donde se juzga mucho a la mujer, hay que ser selectivas en este sentido, ver en qué quiénes me puedo apoyar y de quiénes me tengo que alejar o tomar distancia.

¿Cómo se aborda el proceso de reconstrucción de la autoestima y la identidad personal en mujeres que han estado en situación de violencia de género y están en riesgo de conducta suicida?

Es recomendable hacerlo en un contexto de terapia, si no, es muy difícil. Se empieza por cosas relativamente sencillas, como empezar a reforzar las fortalezas, logros y cualidades de esa mujer, quizás no del presente porque está en una situación que no es buena, pero basándonos en otros momentos de su vida, o haciendo una proyección de futuro sí que se pueden agarrar a algo bueno. Hay que apoyarse en fortalezas, cualidades, proyectos… Y entender todo ello como algo que todavía está a su alcance, quizás no a corto plazo o en el presente, pero sí para el futuro a corto, medio y largo plazo. También hay que trabajar la autoestima y la identidad, pues su visión de ellas en este momento está enfocada en lo contrario: fracasos, debilidades. Conviene analizar de dónde viene eso, pues muchas mujeres se han atribuido la culpa o responsabilidad de temas que no les pertenecen, por ejemplo, algunas de ellas se sienten inútiles porque no trabajan, pero son sus parejas las que no les han dejado trabajar nunca; entonces no es una debilidad propia, es una falta de oportunidad, yo les digo “cuando la tengas y te pruebes, ya podrás hacer esa valoración”. Se trata de desmontar esa imagen negativa que se han creado ellas mismas, sobre todo a través del entorno y empezar a reconstruirla en términos más positivos y optimistas.

La salud mental irá mejorando según avance el proceso de cada mujer en el proyecto, aun así, ¿se implementa algún tipo de medida preventiva para reducir la posibilidad de que las mujeres recurran a la conducta suicida como una salida a su sufrimiento?

Generalmente, las personas que presentan algún tipo de conducta suicida (este término no se refiere a que se haya intentado, ya solo la ideación implica conducta suicida) no quieren dejar de vivir, lo que quiere es dejar de sufrir. Este sufrimiento lo han intentado mitigar de muchas maneras, que entiendo que no deben funcionar, hasta el punto de llegar a la idea de desaparecer o acabar con su vida. Una manera de trabajar esto es aprender a tolerar ciertas dosis de ese sufrimiento, que sabemos que forman parte de su vida y no van a desaparecer de un día para otro, combinándolo con otro tipo de experiencias más positivas. Por ejemplo, una mujer que está sufriendo por la difícil situación que tiene en casa, y que no le ve sentido a la vida ahora mismo, se le anima a identificar actividades o situaciones que le gustaría que formaran parte de su vida, por ejemplo, les invitamos a venir a ir a los desayunos que hacemos en el área, para conocer a otras mujeres… Sabemos que cuando vuelva a casa se va a encontrar con una realidad muy dura, pero si ese ratito está con unos bollos ricos, ha hablado con otras mujeres y han hecho una dinámica en la que nos reímos un poco, eso le lanza el mensaje de que se puede ir compensando un poco con buenas experiencias el malestar que experimenta en su día a día y hacer que esa decisión se reconduzca, esperando que cambie.

¿Hay algún tipo de estrategia para sensibilizar a la sociedad sobre la relación entre la conducta suicida y la violencia de género?

Por desgracia, tanto un tema como el otro no están todo lo presentes ni bien tratados como deberían. Pasa con los dos temas de forma aislada, y si los conectamos, menos aún. A la vista está que no hay estudios oficiales con datos veraces de cómo se relaciona la conducta suicida con ser víctima de violencia de género. Una parte de la estrategia sería crear protocolos de actuación, sensibilizar y formar a profesionales en esta materia.

¿Qué mensaje/s te gustaría destacar?

No tener miedo a hablar de esto, es mejor informarse, asesorarse… Si después no lleva a nada no pasa nada, es mejor avisar y movilizarse. Es mejor actuar a pensar que no son señales importantes, pues está en riesgo la vida de una persona. El mensaje sería ese, que sea un tema del que no dé miedo hablar.

El proyecto apunta “Se debe desterrar el mito de que hablar del suicidio puede fomentarlo. Está más que demostrado que ocurre todo lo contrario, cuanto más se habla de suicidio, más se previene”. ¿Podrías desarrollar esta afirmación?

Sí. Cuando una persona llega a pensar en esa opción como una vía de liberación, se entiende que está soportando un gran sufrimiento sostenido en el tiempo para haber ido descartando otras opciones y quedarse con esa. Además, se sabe que casi todas las personas que se han suicidado han avisado previamente, es decir, que es muy importante poder encontrar a alguien que escuche y entienda ese malestar. Cuando se encuentra a alguien que escuche y se comparte ese dolor, sienten liberación, el dolor se reduce un poco y ya la necesidad de desaparecer o no estar se siente en otra intensidad, de otra manera.

¿Cuáles son los resultados que se esperan alcanzar al finalizar el proyecto?

Reconocer una realidad que está invisibilizada y si esto se visibiliza quizás lleve a su vez a crear protocolos de actuación y recursos especializados para dar respuesta a todo esto. Nosotras sabemos que, por ejemplo, en salud mental sí que trabajan el tema de la ideación suicida pero no trabajan la violencia. A nosotras, por ejemplo, nos mandan a mujeres para trabajar la violencia desde salud mental porque ellos se quedan con la parte de suicidio. Entonces ya estás revictimizando a la mujer en dos recursos diferentes para hablar de algo que es causa y efecto; eso habría que unificarlo en un solo recurso. Compaginar dos atenciones en dos servicios diferentes, más todos los quehaceres de la mujer en su día a día, hace que muchas veces abandone esas terapias, pues los recursos no se ajustan a las necesidades que tiene esa mujer. También ayudaría establecer un protocolo ante este tipo de problemas, para saber cómo actuar cuando nos encontramos con un caso de este tipo.

Como psicóloga, ¿cómo de importante es cuidar la salud mental, más en particular, de las mujeres, y más aún, las mujeres víctimas de violencia de género?

Es importantísimo. Nosotras hablamos de salud que va más allá de lo físico. En el caso de las mujeres, creo que muchos profesionales, a la hora de cuidar la salud de las mujeres no tienen una perspectiva de género necesaria para poder dar una respuesta o entender en qué contexto esta mujer se está encontrando mal. No se valora igual, por ejemplo, un hombre que está estresado por el trabajo a una mujer que está estresada porque tiene que atender las tareas del hogar o el cuidado de los hijos. Se tiende mucho a medicalizar a las mujeres, o a minimizar todo lo que tiene que ver con ansiedad o depresión, no se indaga en las razones por las que eso está pasando. En las mujeres víctimas de violencia de género es un problema, si ellas reconocen lo que están viviendo, sí se les aportan herramientas, pero muchas veces ellas no son conscientes de la situación que están viviendo, o lo niegan o no se están reconociendo como víctimas. Y es verdad que hay indicadores que, si eres una persona sensibilizada y formada, podrían llevarte a sospechar que eso está ahí, pero muchas veces, por falta de implicación o falta de tiempo, la persona que está delante no hace esa averiguación y la mujer se queda desatendida por completo.

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