“Trabajamos en el empoderamiento económico de mujeres jordanas y refugiadas, con y sin discapacidad, como herramienta clave para romper el ciclo de la violencia"
En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, Paula Bravo, responsable de misión en Movimiento por la Paz –MPDL– en Jordania.
La responsable de misión en Jordania de Movimiento por la Paz reflexiona sobre cómo los enfoques interseccionales y feministas son esenciales para abordar las violencias y desigualdades estructurales en la región. Desde el empoderamiento económico hasta la participación activa de mujeres y niñas, Paula Bravo destaca el papel de las organizaciones locales y la necesidad de transformar las estructuras que perpetúan las discriminaciones.
Justo estos días se desarrolla la campaña global "16 Días de Activismo contra la Violencia de Género" (del 25 de noviembre - al 10 de diciembre de 2024), centrada en que 2025 será el 30º aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. ¿Cuáles son las principales demandas de esta campaña?
Esta campaña, iniciada en 1991 gracias a la labor de defensoras de los derechos de las mujeres, cada año busca unir a gobiernos, organizaciones y sociedad civil cada año en la lucha conjunta por eliminar toda forma de violencia contra las mujeres y las niñas. A partir de 2008, el Secretario General de la ONU respalda los "16 días de activismo" a través de la iniciativa conocida como “Unite” (Únete), resaltando anualmente temas específicos relevantes para tal fin. En esta ocasión, se llama al cumplimiento de los compromisos establecidos en la Plataforma de Acción de Beijing, así como a poner fin a los feminicidios.
Este año, que también es el 25 aniversario de la designación del 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, podemos unirnos a la movilización conjunta fomentando en nuestros entornos una cultura de tolerancia cero hacia la violencia de género, ya sea haciendo uso de nuestras voces en conversaciones con familia y amistades, a través de las redes sociales, o participando en actividades dirigidas por sobrevivientes u organizaciones locales.
La campaña anterior resalta la interseccionalidad, reconociendo que las mujeres experimentan formas de discriminación diferenciadas debido a identidades específicas, como las minorías, la discapacidad, la orientación sexual, entre otras. Desde tu experiencia en Jordania, ¿podrías compartir ejemplos concretos de cómo estos enfoques se integran en el trabajo del Movimiento por la Paz –MPDL– en el país?
En Jordania, integramos el enfoque de interseccionalidad trabajando junto a nuestras socias locales, con poblaciones refugiadas y comunidades anfitrionas, especialmente aquellas que viven múltiples formas de discriminación, como niñas y mujeres con discapacidad. A través de un enfoque inclusivo basado en la rehabilitación comunitaria, promovemos la participación activa de las mujeres con discapacidad, sus familias y comunidades, garantizando el acceso a derechos fundamentales como la salud en espacios seguros para la discapacidad. Además, hemos implementado una app y un sistema para prevenir y responder a la violencia sexual y de género, con protocolos específicos para proteger a mujeres, jóvenes e infancia con discapacidad.
Paralelamente, trabajamos en el empoderamiento económico de mujeres jordanas y refugiadas, con y sin discapacidad, como herramienta clave para romper el ciclo de la violencia. Además, mediante acciones de abogacía, promovemos entornos inclusivos y accesibles en los sectores público y privado. Pensamos que este enfoque no sólo refuerza la autonomía económica de las mujeres, sino que también contribuye a transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad y la violencia.
La campaña de este año pone énfasis en la importancia de la colaboración intersectorial y una financiación adecuada para apoyar los movimientos feministas. ¿Cómo consideras que estos factores podrían fortalecer el trabajo en Jordania y en la región?
En los últimos años, el enfoque de localización ha cobrado mayor relevancia, destacando la importancia de situar las necesidades y demandas de las comunidades, especialmente de mujeres y niñas, en el centro de nuestros esfuerzos. Desde mi punto de vista, pese a que esto implica no solo fortalecer sus liderazgos, sino también invertir en las organizaciones locales que abogan por sus derechos, es alarmante que menos del 1% de la ayuda oficial para el desarrollo se destine directamente a organizaciones lideradas por mujeres.
Apoyar a las organizaciones de mujeres debe incluir, además, generar espacios seguros donde puedan influir en políticas públicas y procesos de toma de decisiones. En términos de sostenibilidad, siendo Oriente Medio una región marcada por crisis prolongadas, la participación activa de las mujeres y sus organizaciones en la transformación de estructuras sociales generadoras de conflicto y en las negociaciones de paz, es esencial.
A medida que nos acercamos al 20º aniversario de la Resolución 1325, ¿cuáles consideras que son los avances más significativos y los desafíos pendientes para que las mujeres desempeñen un papel central en la construcción de la paz, especialmente en el contexto jordano y en la región de Oriente Próximo, desde una perspectiva feminista y comunitaria?
Jordania es uno de los 7 países de la región MENA que han adoptado un Plan Nacional de Acción (PNA) para implementar la Resolución 1325, siendo el único que ya avanza en su segundo plan (2022-2025). Entre los logros más destacados vinculados a los pilares de la resolución (participación, protección, prevención, y socorro y recuperación) está el incremento de la representación femenina en sectores clave, mostrando un progreso hacia su integración en espacios tradicionalmente masculinizados. No obstante, las cifras siguen siendo bajas. Por ejemplo, las mujeres constituyen el 9% de las fuerzas de seguridad y el 15% del cuerpo diplomático.
Como comentábamos antes, avanzar hacia la participación significativa de las mujeres en la toma de decisiones es imprescindible para que sus necesidades específicas sean consideradas. Además, es crucial fortalecer su acceso a servicios básicos y de protección con un enfoque de género antes, durante y después de las crisis; trabajar desde las comunidades en la educación para prevenir la violencia de género; y abrir espacios de debate sobre las normas sociales y los roles de género que afectan al pleno desarrollo de las mujeres y su inclusión en el espacio público.
Ante los desafíos mencionados, ¿qué papel crees que deben desempeñar entidades como Movimiento por la Paz para avanzar en la construcción de una paz feminista?
Desde una perspectiva feminista de Derechos Humanos y decolonizadora, las organizaciones internacionales, como el Movimiento por la Paz, debemos replantearnos nuestro rol en el tablero de la acción humanitaria, la cooperación al desarrollo y la consolidación de la paz. Pensar desde el feminismo decolonizador implica, entre otras cosas, dar prioridad a las relaciones de igualdad y cuidado sobre las dinámicas de poder y dominación, reconociendo que la transformación de estructuras desiguales es fundamental para una paz feminista y justa.
En este sentido, desde mi punto de vista, las organizaciones internacionales debemos actuar como puentes para amplificar las voces de las organizaciones locales que están en la primera línea de la respuesta. Es esencial que aboguemos por la visibilidad y participación de estas organizaciones, asegurando que los procesos incluidos los administrativo, se adapten a las realidades culturales locales, permitiendo una participación plena. En lugar de imponer soluciones desde afuera, nuestro papel debe ser facilitar un espacio donde las organizaciones locales, las comunidades y sus miembros que tradicionalmente han sido dejados atrás, puedan influir activamente en las decisiones sobre su propio futuro.